Desesperación en los ojos, en la piernas, en los sueños. Una mañana diferente. Ganas de no estar. Ganas de no volver.
Iba para la rutina, pero me perdí. Lloviéndome sin rumbo, sin lugar, sin sentido.
El día más frío una señorita desvanecida (desvanecía vencida) a orillas del río más oscuro, opaco, sereno.
Los ojos de esos cuerpos que se preguntaban cosas de reojo. No sé si tristeza, no sé si impotencia, no sé si intriga… no sé qué les generaba mi tenebrosa imagen, pero algo les generaba.
-"No, no me secuestraron (ojalá)… solamente estoy decidiendo si tirarme al río o si realizar la misma acción pero por debajo del 60".
Y la música me respondía... a su manera… pero respondía hasta desgarrar lo que ya se había hecho polvo.
Sin hambre, sin sueño, sin nada y con todo. Dispuesta a todo. Entregada a todo. Sin nada que perder más que la vida (que ya no existía). Y con ojitos fruncidos, pegados por las lágrimas y una sonrisa de dolor: quemepisenquemepisenquemepí sen.
Que me pisen.
Que me roben.
Que me lleven.
Que me violen.
Que me empujen.
Que me cambien.
Que me odien.
Qué me importa.
¡!
…
Si vacío hasta en el cielo...
.
.
.
Y distracciones que hoy son claridad pero en ese momento, mi suicidio mental.
Te salió bien, pero podrías haber evitado el solidario gesto de ayudarme tan gentilmente a buscar lo que sabías que ya no estaba. Y el no saber pero sí (o sí pero no), me destruyó más aún. Y mi percepción en esas cosas no falla, laputamadre (a veces es mejor no ver con tanta claridad algunas cosas).
Y sin embargo me caés bien. Y sin embargo me hacés reír. Y sin embargo te perdoné (desde el primer día).
Es que sé que sufriste mucho (me lo dijo tu mirada). Es que entiendo que no vemos las cosas de la misma manera. Es que (aunque desde otro lugar) yo también transpiré sangre. Yo también toqué fondo sin llegar al fondo. Yo también bañé la cama de dolor.
...
Y el viento, el gris, la incertidumbre, los llamados, la preocupación… crecían.
Y peor.
La culpa, el miedo, el mar de sal y su señora en coche engordaban hasta desgarrar el desgarro que ya no se podía desgarrar más pero que igualmente se seguía desgarrando.
Pero es que ¿cómo hacía?
Si tomándome todo el río mi deshidratación agonizaba cada vez más sedienta.
Si tragándome todo el viento mi aire permanecía ahogadamente viciado.
Si por inyectarme todo el sol en las venas mi sangre se convirtió en hielo.
Si fumándome todos los recuerdos mi memoria crecía y crecía y creía.
Creía en lo que no quería creer.
Creía en lo que era verdad pero era mentira.
Creía hasta en los sueños en los que poco a poco me moría.
Creía hasta en una así, para toda la vida.
Remontaban barriletes esos sueños, barriletes que se desvanecían.
domingo, 22 de julio de 2007
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