jueves, 9 de agosto de 2007

.Miel de luna.

A veces mis sueños se enojan consigo mismos porque se sienten incapaces de fantasear con algo tan maravilloso como mi realidad entre tus brazos.
Contemplando el fuego, siguiendo la luna, entrelazando las manos, los brazos, las sensaciones.
Años de madrugar me cuesta, delante de otros ojos, desparramar en gotas mi dolor pero tu calor deshiela todo el blanco que me ciega, humedeciendo mis pupilas, haciendo nacer cristales que me acarician las mejillas, hasta los labios (y qué hermoso que se desparramen en tu cuello, en tu hombro). Y fluyen así, naturales, sinceras, al igual que mis sonrisas (esas que sólo vos conocés).
Y es increíble. Cómo los derretís y los encendés porque, al verte, mis ojos se bañan en atardeceres y cataratas de miel brotan de mi boca. Porque a tu lado se transforma en paz el desgano. Porque tu aliento empaña todas mis tristezas. Porque tu pecho es el parche que hace sonar con más fuerza a mi latir, porque es quien mejor lo contiene, quien más lo alborota, quien más suavemente lo acaricia en cada nota. Y mis sueños enloquecen, mis penas se adormecen, mi llanto se hace canto ante tanto.
Y, al despertar, sentir tu respiración, apreciar tu ternura, palpar tu calidez… no sé… te contemplaría así hasta enceguecer.
Y vuelo.
Y viajo.
Y mientras las aves hacen dibujos en el cielo, tu cabeza sobre mi hombro es el más bello arte para el deleite de mi mirada (al igual que el delfín con alas que descubrí entre tu barba).
No sé si fue el mar, leal espejo de un cielo que disparaba alocadas energías contagiando a mi placer, no sé si el dulce en tu boca, no sé si el baile del fuego, no sé si todos mis sentidos en tu imagen, o tus cosquillas, o mi deseo.
Pero algo cambió, algo hay de nuevo en este cuerpo, en esta mente, porque poco a poco los fantasmas desaparecen.
Gracias, Vida.

(y si hablo poco, es porque estoy sintiendo demasiado).

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