Iba esquivando migrañas en un viaje a la gloria de mi ser. Me encontré cincuenta veces y me perdí cincuenta y tres.
Caminé hacia la nada pero buscando un lugar que no sabía donde quedaba.
Cuando lo descubrí, lo seguí. Sentí que el destino llegaría caminando hacia el sol, pero la intuición falló y girando volví a donde no quería ir.
Llegué. Deposité en la cama mi realidad y me desperté.
Navegué por unas sierras estropeadas de turismo pero me fui hilvanando en la soledad del lugar para coserme en un recoveco de hierbas, piedras y pequeños otros mundos como el de unos bichitos que encontré. No sé cómo se llaman pero sí cómo viven, y con eso me alcanza.
Me asusté con dos seres humanos que pasaron y me vieron.
Giraron y se volvieron (ellos también se asustaron, lo sé).
Pero no me importó, yo estaba bien.
Divisé al cielo que con sol bañaba de verde los pastos de no sé qué color.
Me entregué a ese cuadro de pinceladas naturales y le brindé un orgasmo espiritual que me dejó vehemente.
Me levanté.
Necesitaba descargar toda la energía que en ese momento me poseía.
Caminé de la mano de una particular melodía que también hoy en día libera de mis lagrimales la primera o segunda nota de un llanto suave.
Y bailé.
Con las plantas bailé.
Me sostuvo el polen que yo regué con las más acuosas sonrisas y la libertad más sincera que me pudo haber tocado sentir.
Me arrojé de cabeza a ella dejándome llevar por los impulsos que me aprietan un empujoncito en la boca del estómago.
No quería que se acabe y la canción no tenía fin.
Giré y giré y giré.
Dí vueltas y vueltas en un pasillo de clorofila hasta que llegué a un mundo mágico de flores, arbustos y florcitas.
Sólo veía brazos de ramas en forma de arcoiris que me abrazaban.
Sola sentía que yo también era una planta.
Me tiré por el tobogán de una hoja y ahí mismo, sin una espina, realicé la fotosíntesis.
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sábado, 28 de junio de 2008
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1 comentario:
¿Será que las millones de velas que desde el cielo iluminan la noche, me susurran al oido que pase por aca?
a veces, cuando desaparesco de los ojos, siento que hasta respirando contaminamos...
y es en algunos recovecos como este que me doy cuenta de que la naturaleza nos sigue guiñando el ojo, cómplice y congraciada de que todavía queden almas dispuestas a tirarse desde el tobogán de una hoja...
gracias por sacarme la duda y darme a cambio estas estrellas en la panza.
Hoy el buscapinas duerme en el cajón...
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