viernes, 14 de septiembre de 2012


El hambre y las ganas de comer
no son la misma cosa, señora.
Si tuviera el estómago vacío
¿desgastaría en protestas la cacerola?

Usted quiere amasar su riqueza
y guardarla en el frío de una caja fuerte
(donde se congelará de miedo
hasta escarchar su mente).

Después se vuelve a su casa
creyéndose encarcelada
y enciende la tele
para sentirse acompañada.

Se siente insegura,
se encierra en su pieza
y no sale a la calle
para no ver la pobreza.

Se llena de polvo
al igual que sus monedas.
Empieza a ver opaco
todo lo que pasa afuera.

Su ventana es otra:
La vida que le muestran
los que dicen cuidarle
el guiso de lentejas.