Ese corazón ardió todo el tiempo.
Envuelto en llamas bailó el candombe más apasionado que cualquier cadena de latidos pudiera retumbarle. Se incendió aflorándose en el aire tras cada profundo e involuntario suspiro.
Explotó en el segundo exacto, el último que esa bomba podía tolerar.
Y en un soplo se apagó quedando achicharrado, manchado, casi desintegrado, desenvainándose del calor pero quemado frente al frío.
Ese corazón que intentó ser uno y murió partido.
martes, 16 de julio de 2013
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