Todo lo que yace en el fondo del mar puede parecer un
tesoro. Pero si agitamos un poquito el agua va a reflotar todo aquello que ha
sabido salpicar y ahogar. No se trataba entonces de bucear en una profundidad
ciega. Sólo es cuestión de volver a mirar entre el mar revuelto y filtrar,
sabiendo que lo sumergido debe permanecer hundido, y que la cabeza hay que
sacarla afuera para volver a respirar. Desde arriba puedo ver cuán lejos puedo
estar de aquel cofre que necesitaba encontrarse y abrirse para escapar. La
putrefacción que liberó dejará por un tiempo en mí su olor, pero el cofre se
pudo vaciar. Ya no sigo a ese tesoro. Sólo busco aire y libertad.
viernes, 29 de enero de 2016
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