El árbol
que supe ser 
pudo
florecer y dar sus frutos 
pero madurar
es empezar a perecer. 
Las hojas
del pálido follaje
se sueltan
sin fuerza hacia la nada
o hacia
donde el viento quiera ser.
No es falta
de calor ni sobra de sed,
sino una
base que contiene
lo que ya no
puede sostener.
Es preciso romper
las paredes
cuando el
crecimiento natural se detiene
por no
hallar espacio que permita ver.
Habrá que
escuchar a las raíces
que piden
aire en nuevo suelo.
Habrá que
ampliar el cuenco
para expandir
el recorrido interno.
Habrá que
absorber nuevos nutrientes
para que
las ramas no amenacen con quebrar.
Habrá que
renovarles el oxígeno
a estas venas
a punto de estallar.

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