miércoles, 6 de diciembre de 2017


El árbol que supe ser
pudo florecer y dar sus frutos
pero madurar es empezar a perecer.

Las hojas del pálido follaje
se sueltan sin fuerza hacia la nada
o hacia donde el viento quiera ser.

No es falta de calor ni sobra de sed,
sino una base que contiene
lo que ya no puede sostener.

Es preciso romper las paredes
cuando el crecimiento natural se detiene
por no hallar espacio que permita ver.

Habrá que escuchar a las raíces
que piden aire en nuevo suelo.

Habrá que ampliar el cuenco
para expandir el recorrido interno.

Habrá que absorber nuevos nutrientes
para que las ramas no amenacen con quebrar.

Habrá que renovarles el oxígeno
a estas venas a punto de estallar.

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