Esperaba prácticamente que estacionara.
Lo aguardaba mientras salía de la capilla y se bajaba del monte.
Necesitaba justamente ese ideal abrazo.
Pero no esa tela.
(no sobre su pecho)
Yo luchaba porque no se borre la sonrisa, que no se derrita mi mirada.
Pero (como siempre) él lo notó.
Y yo me anoté en la frente que no podía permitirme no convidarle de ese par de cucharas en las tripas.
Para que vea, para que beba y me coma entera entre sus brazos.
Y así fue.
Y el revoltijo combustionado se elevó y suavemente se posó en mis ojos.
Bailó en ellos despiertos.
Los agitó dormidos.
Y me sentía un girasol plantado en un arcoiris que me teñía los sentidos.
Porque no podía (ni quería) dejar de mirarlo.
(ni despierta ni dormida ni dormido)
Y el sueño que ansiaba ayer me atrapó y me llevó a vivir a una nube (de atardecer).
(porque él estaba al lado mío, iluminando y pintando mi cuerpo con cada estrellita de transpiración)
Y ahora mi piel tiene frío porque la tarde se acurrucó en mi corazón.
domingo, 2 de marzo de 2008
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1 comentario:
Como flota es mota gigante, ese copo de nieve tibio que se deshace entre las manos (una tuya, una mía), al ritmo de deseos que quizás no nos contamos pero en algún punto pueden coincidir, así levita esta piel llena de espíritu en el aura que te envuelve y se vuelve un imán para mi corazón, o un iván para tu corazón, o para la parte que vos prefieras, acá está, servido en una bandeja que te ofrecen mis manos, con la eterna esperanza de que dignifiques siempre los latidos que te dedico.
Te amo, como si fueras el sol que sos para la verde vida que soy.
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