jueves, 19 de agosto de 2010

.Qué copado llorar.

Qué alivio que se siente cuando por alguna razón tenés el pecho oprimido, tenés el corazón contrayéndose por el frío de alguna circunstancia y estás en la calle y o por veguenza, o por falta de privacidad, o porque te estás por encontrar con gente que querés ver reír, o porque no tenés ganas de hablar del tema, o por etcéteras de motivos no lo largás y llegás a tu casa por ejemplo, abrís la puerta y casi antes de cerrarla estallás con toda la furia, con ganas de gritar hasta romper los vidrios y te das cuenta que no hace falta porque el vecino de arriba escucha tu llanto y con ese llanto se evacúa la tormenta, como si fueran esos endometrios que nos sangran a las mujeres en cada ciclo de lunas y se llevan con ellos todas las angustias que nos invaden cuando ese tejido se da cuenta que no hay nidos para calentar.
Qué sensación tan renovadora. Como un orgasmo, pero recontra bien acabado.

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