domingo, 16 de enero de 2011

.Una rata muerta entre los geranios.

Con un soplo vacío mi boca
es tarde en la noche y no puedo dormir,
silenciosa, mi risa está oscura,
domina mis labios, me obliga a mentir.

Nieblas cubren el parque
ponen un velo que quita vida y da ilusión.

Necesito de algún paraíso
que obligue a mi cuerpo a jugar con vos.
Aunque estoy atado a tus diabluras
sabés que estoy siempre a favor del adiós.

Perros como fantasmas
que nos rodean en la neblina al caminar.

La belleza es siempre temible
y se hace difícil poder soportar
cuando vas de un silencio a otro
cubriendo tus ojos con mi soledad.

Nubes que son sospechas
(mientras me llegan perfumes de la tempestad)
¿Las ves?!


El Indio.

domingo, 2 de enero de 2011

.Del otro lado.

Una ventana.
Una ventana que me mostraba la luna iluminando su sombra. Esa gran estrella, la única.
Silueta citadina, árboles pocos. Luces, luces, luces. Ventana con muchas preguntas, con muchas respuestas generando propuestas utópicas pero no imposibles. De pronto la transformación de la noche en alba fue tiñendo de colores mi locura (y viceversa). Las nubes, esfumadas, eran una pictórica obra de arte en el museo de la vida. El sol ya se sentía hasta en las paredes cada vez más doradamente anaranjadas. El daño en los ojos (por supuesto) pero no en el alma. Crecían las preguntas con respuestas, sin respuestas y con respuestas curiosas y a pesar de todo, el día fue más sano que la noche. No se bien en qué escondite de mi cuerpo un volcán de suspiros susurró una armoniosa melodía a los oídos de mi mente. Y fue ahí, ahí mismo, en ese preciso instante cuando me escapé del murmullo, de la habitación y de mí misma y me fui a tocar los trazos de las nubes, la sombra de la luna, la punta de la estrella, el ventanal.