domingo, 20 de noviembre de 2011
.Las hojas caen.
Hay algo que se está pudriendo y yo no voy a hacer nada para detener ese proceso. El corazón está ya tan gastado que no puede ponerse a latir por los demás. Cada día se me cae una nueva fruta en la cabeza pero yo ya no me como ninguna. Si el cerezo prefiere maravillarse con las ramas del peral en lugar de oler sus propias flores, sus frutos van a ser cada vez más chiquitos, más deformes. El sabor no va a deleitarnos tanto y ni siquiera sus colores van a lograr intensidad. Y yo, que todavía puedo arrancarle algún gajito a ese frutal, quiero compartir el sabor de su naturaleza con alguien que pueda y desee comerse los carozos conmigo y así germinar una semilla para hacerla crecer dentro nuestro por igual.
miércoles, 9 de noviembre de 2011
Todo es un engaño. El mundo es un teatro lleno de personajes enmascarados que viven de la tragicomedia y la hacen vivir. La primavera es lluviosa y las gotas caen cada vez más sucias. La lluvia va a dejar de regar a las flores y a los payasos ya no les va a funcionar ese chiste. Mientras tanto, nos seguirán vendiendo inseguridad para vendernos seguridad y vamos a seguir dejando que nos vayan transformando en aparatos. Elegimos alimentarnos con comida envasada, que también es una mentira, para oxidar un poquitito más esta chatarra que de tanta superficialidad se parece más a una armadura que a una memoria de disco rígido. Las imágenes de las fotos tampoco son reales y a las publicidades no les cree ni el que decide comprar el producto. Los dedos van dejando de acariciar las cuerdas de las guitarras  y los hilos de nuestra marioneta se han transformado en cables que, enrejando el cielo, quieren custodiarnos para poder manejarnos mejor.
Ya no hay casi nada cierto, si cada vez hay más hipnotizados y menos despiertos. Más celulares sonando y menos corazones latiendo.
Ya no hay casi nada cierto, si cada vez hay más hipnotizados y menos despiertos. Más celulares sonando y menos corazones latiendo.
lunes, 7 de noviembre de 2011
Volver con el día, salir con el sol, perseguir a la luna, hundirse en algún horizonte.
Que todo el camino sea para arriba, con la energía celestial. Encontrar la temperatura de pasión adecuada para entibiar nuestra sonrisa, la del alma. Todo lo demás, es un reflejo y lo importante no está sobre el espejo sino frente a él.
Que todo el camino sea para arriba, con la energía celestial. Encontrar la temperatura de pasión adecuada para entibiar nuestra sonrisa, la del alma. Todo lo demás, es un reflejo y lo importante no está sobre el espejo sino frente a él.
miércoles, 2 de noviembre de 2011
Cuando hablaba de la edad del sol, hablaba de la soledad. De esas soledades que la vienen a visitar y, sin golpear la puerta, se mete adentro suyo con esa llave que tiene y que nadie sabe de dónde sacó. Ella, que puede arrebatarle todas las sonrisas que le queden, que puede tirarle abajo todas las paredes que construyó para que el hueco que fue escondiendo sea un poquitito más grande y así hacerla sentir un poquitito más sola. Para que el vacío se llene bien de nada, por nada. Desamparada, sentada, acostada, derrumbada. Acosada por el desastre que seguimos haciendo con el mundo, al que ya hemos transformado en esa pequeña habitación a oscuras, que creemos llena de cosas porque la hemos achicado levantando paredes que nos han separado. Es que no se quiere tener tiempo de sentarse a observar con los ojos cerrados y sentir el frío virtual o palpar el anonimato robótico al que estamos, claro, acostumbrados. La costumbre enceguece un poco. Y la soledad ahí, nítida y encandilando al que no quiere verla, porque la siente.
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