domingo, 20 de noviembre de 2011
.Las hojas caen.
Hay algo que se está pudriendo y yo no voy a hacer nada para detener ese proceso. El corazón está ya tan gastado que no puede ponerse a latir por los demás. Cada día se me cae una nueva fruta en la cabeza pero yo ya no me como ninguna. Si el cerezo prefiere maravillarse con las ramas del peral en lugar de oler sus propias flores, sus frutos van a ser cada vez más chiquitos, más deformes. El sabor no va a deleitarnos tanto y ni siquiera sus colores van a lograr intensidad. Y yo, que todavía puedo arrancarle algún gajito a ese frutal, quiero compartir el sabor de su naturaleza con alguien que pueda y desee comerse los carozos conmigo y así germinar una semilla para hacerla crecer dentro nuestro por igual.
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