Tan igual y tan distinto como el otoño y la primavera. No es por hacer llover al cielo que los pájaros buscan su resguardo. Sucede que no quieren dejar de cantar ni por fuego ni por agua, en el aire y en la tierra. El embelesado río se confunde y zigzaguea entre las piedras sintiendo esa temperatura templada, la tierra mojada y la naturaleza en algún tipo de metamorfosis. El viento va y viene, a veces a favor y otras nos despabila de un golpe seco la cara. 
En mi alba o en tu penumbra, podemos armonizar con esos veintipico de grados que amenizan el recorrido, pero a veces no hay zapatos que quieran pisar tus hojas ni narices que quieran oler sus flores. 
Y eso que yo quería el ramo, 
pero ya no tengo tanto olfato... 
¿El habrá querido algún crujido? 
Ojalá podamos unificar nuestras raíces para entrelazarlas sin que duela y encontrar la luz las dos estaciones al mismo tiempo. Abanicándonos el sudor mientras quebramos alguna hojarasca dorada. 
Tan iguales y tan distintos.
Atrás de uno el calor, 
siguiendo al otro el frío.
sábado, 24 de marzo de 2012
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