Dios ha sido presentado como verdad absoluta. Se ha impuesto
como ser celestial todopoderoso, dueño del reglamento del buen ser humano y el
único capaz de proveer nuestra salvación terrenal, y misteriosamente algunos
hombres eran intermediarios de los pecados que debíamos confesar para
alcanzarla. ¿Qué cuento más claro de dominación de poder desde una verdad
irrefutable por la razón nos pudieron haber contado?
Parece que la ciencia y la tecnología hoy pueden resolver
cuestiones que evidentemente dios no, dejándolo cada vez más adormecido en la
historieta del pasado. Dios ha pasado de moda, porque su idea tradicional ya no
nos sirve. Lo que antes se hablaba en el confesionario, hoy se charla con el
psicólogo y el poder de la verdad la tienen los medios de comunicación.  
Y si no hay hechos sino interpretaciones y no hay verdades
sino certezas, la verdad de la vida es lo extraordinariamente todopoderoso, con
su infierno y su paraíso. Lo que cada latido nos escribe, lo que cada vibración
nos conmueve. Creyendo en todo lo que se puede sentir, lo veamos o no. 
Si hay un dios, que sea de libertad y de apertura, no de
represión y sumisión, no de limitación humana por dejar todo en manos de un ser
inalcanzable.
Y si realmente existe ese dios omnipotente que pudo crear
grandezas como el sol, el mar, el cielo y la tierra, y no hace desaparecer
simples miserias terrenales, es un terrible hijo de puta.
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