Me arrojo de lleno en tus brazos y el sonido de tu ser me
envuelve toda. Me enceguece tu materia, me acaricia tu humedad. Casi que puedo
olerte. En cada vaivén de mi cuerpo estás ahí, sosteniéndome. Hago piruetas
entre cada una de tus gotas y no sos capaz de ahogarme. Te entiendo cada día un
poco más y me encuentro con tu alma, con la raíz de tu propia esencia. Acomodás
todo lo que puedo tener desordenado, me escurrís destilando todo lo que me
asfixia y me devolvés al aire de la manera más fresca y pura. Me dejás con los
ojos vidriosos, el pelo brillante y el cuerpo dispuesto a que el viento y el
sol terminen de moldearme. Dentro tuyo me vuelvo un poco vos, casi que no
necesito respirarte y si lo hago, no tengo que escupir sino esculpirte. Ya
siento que tengo aletas en los pies, mis brazos son alas de escamas y mi
elasticidad la perfectamente adecuada para poder recorrer sinuosamente el
camino que me encuentra con vos, aunque me pierda. Seguiré introduciéndome en
todo lo que me inunde porque en el momento que te floto nada puede derribarme. 
viernes, 14 de octubre de 2016
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