Es tan
delgada la línea del presente que naturalmente se invisibiliza por la
curiosidad de mirar a cada lado del abismo de la mente. Lo que fue, lo que
será, todo aquello que jamás sucedió ni sucederá fuera de esa cuerda vital que
nos sostiene. Nuestro único suelo. Este único posible espacio y tiempo
existencial sin tiempo. El hoy. El aquí. El ahora. Este instante. Siendo. Siempre.
Eterno. Por más efímero que parezca.
Para no
desperdiciar presencia, será bueno detener el péndulo que oscila entre los
abismos, con el miedo constante de tropezar y caer hacia alguno de los lados, cuando
quizás eso nunca suceda. O peor, ignorando la imposibilidad biológica de caer
en alguno de ellos.
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